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DeSazón

Autor: Víctir Hugo Rascón Banda

Director: Enrique Singer (director artístico de la Compañía Nacional de Teatro)

Obra a partir del montaje de José Caballero (Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fonca) y Alejandro Luna ( Creador Emérito del Sistema Nacional de Creadores del Fonca)

Actuación: Luisa Huertas, Angelina Peláez y Julieta Egurrola

 

¿En qué mundo estoy?

 

En punto de las veinte horas ingresa a la sala del teatro Orientación la actriz Julieta Egurrola, al tiempo vemos en el escenario a un técnico que pone botellas con agua al pide de las sillas que vemos desde que llegamos. La gente sigue ocupando sus lugares, es entrada general así que uno se acomoda confirme llega en la fila y va tomando un lugar preferente. Las personas no se percatan de la actriz salvo los que están de lado izquierdo, acaso han notado que el técnico está en escena; siguen con el celular, con la charla, esperando a quien fue al baño, cambiando lugar, en todo, menos en que la puesta ha comenzado más que puntual y sin llamadas. Previamente lo único que supimos fue la clásica grabación pidiendo que los celulares se apagaran, aquí se debe resaltar que ante la indiferencia de las personas que ya escucharon al entrar la indicación, la grabación es obsoleta, quizá por tal una persona se coloca al pie del escenario y pide, con profundo cuidado, que el público tenga respeto por el trabajo de las actrices y haga el favor de apagar el teléfono. Bien, pues hemos de decir que ni así logra entender la gente independientemente de la fila en la que se ubique, parece ser que el uso de los teléfonos ha debilitado el razonamiento y el entendimiento. Por favor, respete su tiempo y apague su teléfono cuando entra al teatro; es en serio y de verdad.

Decíamos que la función inicia a tiempo y sin llamadas, ha llegado María Müller (Julieta Egurrola), sube desde el patio de butacas al escenario, se sienta en una silla, ingresa Consuelo Armenta (Angelina Peláez) con una agilidad que contrasta con el ritmo de María, una vez que están ambas sentadas, vemos moverse el telón negro de fondo hasta que del centro sale Amanda Campos (Luisa Huertas) más que ágil, con cierta torpeza y desconcierto. Una vez dentro las tres y en una de las sillas cada una, ingresa de nuevo el técnico con un micrófono de solapa en la mano, las mira y ellas miran a María, por lo que le coloca el micrófono en el centro del  escenario y sale. Durante todo el tiempo hemos tenido la luz de sala encendida, solo ha cambiado que la iluminación del escenario permite ver claramente la escena.

El espacio está vacío salvo las cuatro sillas negras que están ahí, la del centro es ocupada por cada una que nos cuenta su historia; vemos tres monólogos con mínimos momentos de interacción entre ellas. Todo el contacto es con el público. Son tres historias que tienen en común el sazón del recuerdo. Son tres historias de despojo que plasmó Rascón Banda en relación específicamente a hechos ocurridos en la región de Chihuahua. Menonitas, guerrilleros y oriundos son forzados a dejar sus viviendas, sus medios de vida y su relativa cotidianeidad por motivos ajenos a sus deseos, por razones irrazonables relacionadas con la vida política del país: bancos, sistema judicial y represión. La intensidad de la iluminación en la sala desciende cuando inicia el segundo monólogo y se va cuando inicia el tercero (ahí, en el oscuro en la sala se hace más evidente el uso de los teléfonos. Si usted no va a ir a ver la puesta, si no está dispuesto a ser congruente con entrar a la sala de teatro a ver teatro, ¿a qué va?, y ¿por qué no se sale? –sin prender dentro su teléfono, por favor).

Quizá sea una puesta en escena nada sorprendente o innovadora, pero es realmente magisterial la forma en que las tres actrices representan a sus personajes. Cada una a su tiempo, en el ritmo y tempo del personaje, con gestos que le dan vida sutil más allá del perfecto acento que definen el habla, cada una crea con el cuerpo y el rostro a sus personajes. Estamos ante un hecho escénico al modo del “espacio vacío” que crea toda la ficción con el relato de  los personajes interpretados en escena en los tres monólogos que sin duda disfrutará porque le ofrecen estilos de vida ajenos a la realidad citadina; de fondo las tres mujeres han vivido discriminación, misoginia, violación a sus derechos por sus formas de vida que no alteran en nada ni el orden público ni el ambiental. Pero así ocurre. La puesta ofrece, además del incomparable trabajo, una mirada a la voz femenina que se rodea de olores y sabores, un par de recetas le serán proporcionadas como el detalle de agregar leche a un guiso que sin duda reconocerá. En el programa de mano podemos leer: Tres mujeres evocan el sazón que las une a sus recuerdos, a la mezcla de ingredientes que resumen una parte de su vida en el olor a envasado capaz de conservar el eco de la soledad, en el platillo favorito del ser amado o en el olor agridulce de la sobrevivencia y la gratitud (primer párrafo del programa de mano y todo lo que se dice en la página del INBA). Aquí agregamos que se trata de una puesta en escena que le hará conocer sensiblemente otras realidades y una serie de abusos que, sin ser ella, se viven aún; vea la puesta y comente con sus allegados o bien, reflexione la pertinencia de la sociedad que propicia estás situaciones, pero sobre todo, valore el poder de añoranza que tiene la comida hecha en casa. Oj-Alá y la propuesta escénica le aporte la voluntad de cocinar y tener sus propios recuerdos sazonados como en DeSazón.

DeSazón lo lleva del jamón ahumado y las salchichas a los quelites pasando por las verdolagas con tomate y chile colorado hasta el teswino y el tonalí; la comida como el pretexto para la convivencia y las relaciones humanas que, sin ser evidente, están enmarcadas en una forma de gobierno tolerante a los abusos y el narcotráfico. Son tres mujeres, con zapatos blancos, que se cuestionan desde sus creencias, su proceder, el sentido de sus vidas entre la confusión y la certeza de ser mujeres. Hacia el final de la puesta el técnico se ha llevado el micrófono, las sillas y las botellas con agua, dejando el escenario vacío, el público ya en total oscuridad y cierra con cada una en una luz circular o cenital que define sus espacios, mismos que intercambian. Nunca supimos dónde estábamos y por qué nos contaban sus historias, pero sí sabemos que hay elementos de confusión en ellas, por lo que el personaje de Luis Huertas cierra con la frase: “Estoy tan confundida que ya no sé en qué mundo estoy”.

Este montaje tiene historia desde su estreno en el 2003, hace ya 15 años en que fue estrenada, por eso es una “obra a partir del montaje de José Caballero y Alejandro Luna”, sólo que ahora las actrices son parte del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro (CNT) del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Si requiere informes para que acuda un grupo de personas al teatro o bien desea contactar a la compañía, en el programa de mano podemos ver el correo blicos.cnteatro@inba.gob.mx Si les escribe, sólo sea paciente, seguro le responden.

Para finalizar debo agradecer el apoyo otorgado por Erzy Yoseff (organización de públicos) de la CNT quien facilitó la realización de la presente nota.

Alma Torices

teatrista

Teatro: Orientación, Centro Cultural del Bosque, Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n, atrás del Auditorio Nacional, metro Auditorio.

Funciones: Jueves y viernes 20hrs., sábados 19hrs., y domingos 18hrs., hasta el 18 de febrero de 2018

Localidad: $150°° general

Accesibilidad: cerca está el metro y Reforma provee diversas rutas de trasporte público, cerca hay estacionamiento (cuesta $70°° o bien llegar muy temprano –eso quiere decir más de dos horas antes de la función- y pasar primero a ver si alcanza lugar en el estacionamiento. El teatro cuenta con una escalinata salvable con ayuda porque es ancha, dentro de la sala hay rampa. Complicada la entrada a los sanitarios –en el de mujeres es casi imposible en una silla de ruedas, ignoro el de hombres.

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