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La divina ilusión

Autor: Michel Marc Bouchard

Traducción y Director: Boris Schoemann (Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2016)

Actuación: Pilar Boliver, Dalí González, Miguel Conde, Olivia Lagunas, Miguel Corral, Gabriela Guraieb, Constantino Morán, Servando Anacarsis Ramos, Eugenio Rubio, Mahalat Sánchez y Carmen Ramos (Becaria del Sistema Nacional de Creadores Fonca 2018-2020)

 

… porque no es mi vida

 

El oscuro en la sala confirma que inicia la puesta en escena. Un canto suave nos lleva a un espacio místico que, cuando sube el telón, acompaña cuatro tipo camastros, una pared al fondo y una escalera recargada en ella. Vemos a un joven que escribe y escuchamos cuando lee una didascalia (acotación) de una escena teatral que termina con la frase “amo el teatro porque no es mi vida”. Así inicia la puesta en escena que surge en un espacio con menor dimensión y que ahora se adapta al escenario del Centro Cultural Helénico en breve temporada, por lo que debe decidirse pronto a ver el buen teatro que se hace en esta ciudad con la dramaturgia contemporánea.

Estamos en un seminario con la tesis “el teatro es malo”; uno de los seminaristas, sin problemas económicos, disfruta de la lectura y el seguimiento de reglas, aunque la pasión de Michaud, es el teatro. Él es quien nos guía por la historia de los demás personajes magistralmente representados por el equipo actoral. El joven seminarista dramaturgo es Dalí González, un actor con buena presencia en escena a quien apenas le es necesario mayor trabajo con la pronunciación de la letra “s”, detalle casi imperceptible, pero perfectible. Salvo ese detalle, las actuaciones son verdaderamente mágicas.

En la historia, la actriz Sarah Bernhardt llega a la región donde está el seminario, por

lo que envían a un par de jóvenes a pedirle que no se presente y se vaya. La actriz es

la inmejorable Pilar Boliver (egresada del Colegio de Literatura Dramática y Teatro,

UNAM) y su representante es el carismático y fácilmente reconocible actor Miguel

Conde. El conflicto radica en el descubrimiento del mundo que vive Michaud, el joven

dramaturgo, ante la llegada de otro seminarista que llega y parece ser “intocable” por

las autoridades. En la trama vamos del cuarto de los seminaristas a una fábrica, al

camerino de la actriz, a una calle, a una vivienda pobre, en fin, vamos a diversos

lugares solo con el movimiento de los camastros que, en posición vertical hacen de

divisiones de espacios. Sorprende cuando hacen el camerino porque nos deja ver las

camas por abajo, pintadas, decoradas en tonos rosa con grecas doradas, dignas para

el camerino. La frase con la que iniciamos la puesta es interpretada por este icono de

la escena de tal forma que el público no duda en reír. Estamos ante una puesta en

escena que nos lleva a la risa honesta pasando por la indignación y la sorpresa.

Referencias a diferentes autores como Dumas o Dostoiesvki, analogías entre María y

Medea –por el sacrificio de los hijos- o las “ocurrencias” de este joven inexperto hacen

que la empatía se dé y mantenga el público aún con el intermedio; es decir que la obra

está tan bien hecha que la gente, teniendo la oportunidad de irse, decide mantenerse

en la sala hasta acabar la representación (salvo algunos colaboradores de prensa que

no ven las obras completas y se van cuando pueden, solo ellos en esta ocasión,

dejaron la sala).

En la escena hay referencia a los tipos de vida producto de la desigualdad social, al

nuevo tipo de teatro, el social, que surge hacia principios del siglo XX y que es visto

por quienes van al teatro y no corresponden con la realidad desfavorable que

presentan en escena, pero pueden pagar el boleto; hay referencia a las declaraciones

de la actriz en Quebec (“una sobre los atrasos intelectuales y artísticos de la nación y

otra sobre la importancia del arte en la sociedad”, dice en el programa de mano), hay

referencia a lo que el teatro permite, “la magia que tiene de transportarnos a otros

mundos, de inventar universos a los cuales acudir para escapar de la realidad y de la

simple cotidianidad”, dice el boletín para prensa que aquí se cita. Solo decir que se

hace clara alusión al abuso que los infantes viven con el acuerdo de Dios y la diferencia

de edades entre los cuarenta de un viejo sacerdote y los doce de quien se calla por

diversas razones, quizá sepa que “no hay gloria en ser víctima vergonzosa”.

Sea quizá la escena más emotiva y respetuosa de toda la puesta el momento en que

Pilar Boliver reflexiona sobre el poder y cuestiona a la vida sin el arte resaltando el

derecho a la felicidad. Aunque el público asistente al estreno gozó más de un momento,

sea tal vez el más aclamado el encuentro entre Madeleine (Olivia Lagunas) y Talbot

(Eugenio Rubio) pues se conjuga el deseo de liberación en uno y en otro las ganas de

disfrutar el momento presente. Cada uno de los personajes le dejará una marca, como

es el caso del hermano, del patrón o la madre de Talbot, la señora Talbot, interpretada

por Mahalat Sánchez.

Sin duda alguna una puesta en escena que debe ver porque tiene vestuarios que nos

remiten a la época, porque la iluminación, sin abusar de los recursos, sugiere

ambientes y espacios que se delimitan con los elementos escenográficos, porque es

una puesta en escena hecha para verse en diferentes espacios y porque, a fin de

cuentas, si el teatro no es ese espacio donde se liberen la pasiones humanas –de los

que pueden ir al teatro- ¿dónde más?

Acuda y escriba su parecer de esta puesta en escena. La dirección es de lo más amable

que hay para los cambios de los espacios que realizan los mismos actores como parte

de su escena, es decir que si van por la calle, así, en esa actitud, hacen el cambio de

decorado que consiste en modificar la posición o lugar de los supuestos camastros:

hacen de mesa de trabajo, de pared, de media pared, de biombo. Las voces y las

reacciones de los actores le harán pasar una velada inolvidable y memorable. Sin más,

acuda al teatro y déjese llevar por la magia de La Divina Ilusión.

Para terminar, decir que la “divina” es la actriz Bernhardt, la ilusión es la no percepción de la realidad circundante y La Divina Ilusión es la creación que Boris Schoemann le ofrece en la segunda temporada que usted debe ver acompañado.

Agradecemos el apoyo de Gaddi Miranda para la realización de la presente nota y a todo el equipo que labora en el Centro Cultural Helénico por las facilidades otorgadas.

Alma Torices

teatrista

Funciones: lunes 20:30hrs., hasta el 16 de abril de 2018

Teatro: Helénico, Centro Cultural Helénico, Avenida Revolución 1500, Colonia Guadalupe Inn, metro Barranca del Muerto, Metrobús Altavista.

Localidad: $200°° y $350°° disponibles en la taquilla del teatro así como vía Ticktmaster.

Duración: 120 minutos

Accesibilidad: el teatro cuenta con rampas de acceso hasta el foro por lo que precisa un poco de ayuda para ingresar en caso de silla de ruedas o muletas; los sanitarios son estrechos; cuenta con señores que estacionan los carros y trasporte público. Si acude en bicicleta, al llegar le indican dónde la puede sujetar dentro de las instalaciones del centro cultural.

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