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La piel de Venus

Autor: David Ives

Director: Angélica Rogel

Actuación: Gabriela Zas y Gerardo Trejoluna

 

Ambiguo-ambivalente

 

El espacio presenta al fondo una estructura metálica que soporta un segundo nivel que presenta una barda con una especie de hélice que a su vez es ventana, así podemos ver los relámpagos que acompañan el trueno de la tormenta que dicen hay afuera y que no sirve para nada más que la llegada de la joven actriz que, empapada, llega tarde a una audición.

De acuerdo con el boletín de prensa, la puesta en escena “es un ensayo sobre la provocación que sugiere distintos temas a reflexionar sobre la sexualidad, la violencia, el cuerpo como objeto y el masoquismo, así como la opresión en las dinámicas de pareja. La misoginia es tratada desde la perspectiva de los abusos evidentes, pero también como un fenómeno condescendiente que está inmerso en la cotidianidad.” Sin embargo algo ocurre con la escena misma que entre el público más de cuatro personas cabecean, se dispersan y de plano se duermen. Desde estas líneas, sólo puedo sospechar que sucede así porque la obra es, como lo indica el título, ambigua, ambivalente y redundante. Así es, lo repetitivo que no sorprende cada vez se torna pesado. Salvo el detalle de la extensión, la puesta es interesante y provoca reflexiones para después de verla, quizá un café o una caminata larga disertando sobre las relaciones humanas y el papel femenino en este tiempo.

De la anécdota agregaremos que muestra gratamente el trabajo actoral de creación de personaje entre el director y la actriz. Hay múltiples juegos que los teatristas comprenden bien y que para los ajenos a esto medio se vuelcan momentos sumamente graciosos y jocosos por lo inusual del momento. La actriz interrumpe constantemente a su personaje para reflexionar y tratar de entender lo que ocurre con el personaje y con quienes lo rodean. Así como posiblemente se hace el trabajo de análisis. Dramáticamente también queda ambiguo el texto porque si el personaje es una ex actriz ahora detective, cómo se convierte al final en una diosa y si es sólo imaginación de Tomás, al menos a quien suscribe no le ha quedado claro. Lo cierto es que el trabajo actoral es bueno y mantiene la atención.

La escenografía cuenta con un sillón a la izquierda espectador (¿hay otra izquierda?) que usan para la lectura durante la audición, así como la mesa con las dos sillas que está a la derecha del escenario, al centro con uno de los postes de la plataforma por fondo, se ubica una mesita con cafetera y el servicio de café que beben en algún momento, sobre una de las sillas está el saco del director que se lo pone y quita cada que pretende salir de la escena.

Con la puesta en escena, además de ver situaciones peculiares entre los creadores, también escuchamos posiciones entre la mirada femenina y la mirada masculina, un sinfín de insultos, frases misóginas y burdas que se interrumpen por la misma actriz al señalar lo machista en tales pensamientos o, como lo llaman, lo inextricable de las relaciones humanas.La dirección juega con los matices de los actores cuyo trabajo lo realiza impecable la actriz Gabriela Zas. En este juego de roles entre los actores que interpretan a una actriz y a un director representando a los personajes de una obra; así hay un intercambio de roles porque la actriz dirige al director. Asista al teatro Benito Juárez y sea parte de los cambios que realiza en escena una actriz que representa a su vez a una actriz interpretando a un personaje. Los elementos que emplean sobre la escena salen de la bolsa que la actriz trae consigo para su audición.

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