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Ensayo

Autor: Pascal Rambert

Traducción: Coto Adánez

Director: Juan Manuel García Belmonte

Actuación: María Inés Pintado, Sonia Couoh, Daniel Martínez y José Carriedo

Producción: Hanna Berumen

Escenografía e iluminación: Gabriel Pascal

Música y diseño sonoro: Rodrigo Castillo Filomarino

Vestuario: Salvador Hernández y Daniel Moreno

10 años después

 

Una gran mesa de trabajo mantiene en su lugar a cada uno. Rebosante de materiales, desborda el tiempo transcurrido en este trabajo creativo al tiempo en que resguarda los secretos propiciados. Secretos sabidos ante la mirada atenta, secretos que se van dosificando pues todos tienen una verdad también sabida por algunos. Complicidades que usan tres lados de la mesa para dejar al espectador en su sitio.

 

Sin llamadas clásicas, la función inicia con el sonido de un chelo, luz de sala que desciende al tiempo del redoble centrando la atención en las dos luces de trabajo. El fondo negro del teatro El Milagro apunta la atención en la situación; entre blanco y negro, el gris resalta el verde que porta María Inés. La puesta inicia con la intensidad –mejorable- de Sonia (los personajes toman el nombre de las personas que los interpretan); reclama aspectos del trabajo que relaciona con su desencuentro amoroso con Pepe quien ahora está con María Inés. Incómodo para ellos y desconcertante para el espectador porque su parlamento es eterno. Así se siente cuando se desconoce por completo este tipo de trabajo compuesto por cuatro monólogos, dos de ellos intervenidos en un momento.  

 

A simple vista, se trata de cuatro creativos, dos más jóvenes que los otros. A lo largo de la historia se percibe que es contada por la mirada retrospectiva de cuatro contemporáneos que han pasado los últimos diez años juntos construyendo una obra acerca del soviético Stalin. El sonido de las pisadas es mitigado por el piso sobrepuesto, negro también, sin que se amortigüe el peso de las palabas que reclaman, que reclaman años de imposiciones tanto personales como en el trabajo: la actriz expresa que “no tiene que vivir lo que escribe” el dramaturgo. En una esquina un servibar con alcohol, café y agua, justifica el desplazamiento de los actores al tiempo de refrescar la voz usada en un parlamento. Las mujeres se colocan “en posición de tiro”, son mujeres empoderadas que asumen la voz, pero cada una se expresa de forma casi opuesta. Una reclama desde el dolor del desamor, la otra (María Inés) desde la plenitud de amar al tiempo y en el tiempo, sin moralidades aunque con la consciencia de que públicamente es mal visto. Sonia grita, llora, bufa y bebe. María Inés ataca con su verdad.

Cada intervención muestra la postura de cada quien, su verdad es ahora expresada y los demás pueden reconocer lo que no se había dicho aunque se sabía. Así pasa en la vida misma; cada quien tiene su versión, su cosmogonía. Sin embargo es “trabajo del espectador hacer las relaciones” que pueda para entender la escena, pero “¿cómo sale o cómo vemos la vida interior en la vida cotidiana?” Para usted ¿el alma está en los ojos o en las manos? Ciertamente las mujeres “gozan utilizando los cuerpos y no hay nada de malo en ello”, ¿usted, qué opina? “Gozar y amar, aunque hayamos fracaso en todo”.

Al escribir, releo las notas hechas durante la función, esta puesta reflexiona sobre las relaciones humanas, el procedimiento del trabajo creativo, la validez de cada postura y el lenguaje. Un discurso semiótico franco se presenta en al menos dos de los discursos: el lenguaje es el vacío; la vida sucede cuando se dice… Posturas sobre la identidad de los creadores llevan a imaginar si un artista solo interpreta lo que ha vivido o si es un psicópata, ¿es o no generoso el artista?, ¿egoísta? Sin duda, una puesta que debe verse por la vigencia de la reflexión creativa en este siglo que se va forjando su propio estilo al retomar aspectos realistas en discursos desarticulados que van de la interacción a la introspección sin límite. Grandes tiradas o cuatro monólogos presenciados por los otros actores sobre la escena. Ejercicio agotador porque no dejan de reaccionar, están atentos y acaban destrozados; se les nota en el rostro. A lo largo de cada intervención, el espectador efectivamente relaciona lo dicho, deduce y toma postura, entonces surge el pensamiento de la generación “x” (casi cincuentones) ¿qué mundo estamos dejando?, ¿qué hacen los jóvenes hoy?, cuando ven a los “vendidos del siglo”. Oj-Alá y la historia no esté muerta, sino que sea para despertar, así como se postula en esta atractiva y retadora puesta en escena digna del escenario principal del teatro “El Milagro”. La obra ha sido premiada en 2015, en 2022 recibe un Efiartes para presentarse además en Guanajuato (teatros Bicentenario y Cervantes. Se resalta el trabajo de la producción quien dice (en el boletín): “El peso de las palabras y los silencios que propone Pascal Rambert son el conjunto de una realidad llena de luz y oscuridad que habita nuestra mente, que determina nuestras relaciones personales y de trabajo”.

Para terminar, se agradece el apoyo de Arizbell Morel, así como al equipo del teatro El Milagro por las facilidades otorgadas para la presente nota. 

 

Funciones: jueves y viernes 20 hrs., sábados 19 hrs., y domingos 18 hrs. Hasta el 20 de agosto. El jueves 10 no habrá función, misma que se repone el sábado 19 a las 13 hrs., así que aproveche la matiné

Teatro: El Milagro, calle Milán 24, entre Lucerna y General Primm, cerca mb Hamburgo, a dos cuadras de Reforma. Estacionamientos cercanos; revise antes el alcance del parkímetro. Cafetería con excelente servicio para que su charla previa sea más amena.

Localidad: $300°° general

Teléfono: 55 5535 1291

Duración: 120 minutos sin intermedio

Accesibilidad: Para ingresar al foro hay que subir dos niveles de escaleras; no hay elevador ni rampas. Se puede dejar la bicicleta dentro.

Adicional: El espacio cuenta con cafetería y el trato inmejorable para sus visitantes, además de librería.

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