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La nena

 

Autor: Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA

Director: Ángel Luna

Actuación: Evangelina Martínez y Laura Castro (Becaria del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artístico de Veracruz PECDAV emisión XXII)

Compañía: Xalapa Hace Teatro

¡Corre, imbécil! Y tú corrías

Singular puesta en escena que juega, al estilo del autor mejor conocido por sus siglas LEGOM, con el presente-pasado así como con la situación y la introspección del personaje principal. La obra retrata la secuela en la vida adulta de una mujer cuya madre es peculiar -encantadoramente interpretada por la actriz Evangelina Martínez. La nena es la hija que cuenta la historia en un convenio de inicio a fin con el espectador; estructura circular o final redondo intervenido por el director al dejar caer la imagen final: un corazón enjaulado que se interpone entre el fondo y el frente, entre el cadáver y la vida, entre la madre y la hija. ¿Qué sensación le genera la última imagen a ritmo de “Las cosas simples”? (en voz de Chabela Vargas)

Al ingresar a la sala escuchamos al “Flaco de Oro” (Agustín Lara), cuando cambia la música, son cuerdas quienes dan la bienvenida a las actrices con sus personajes. “Sí, traigo una puta bomba, pendeja” es lo primero que se escucha. A partir de ahí, los parlamentos viajan inundando la sala que reacciona entre risas, exclamaciones e identificación. Tal vez usted se pregunte “¿pero, qué madre vine a ver?, no obstante, se quedará en la sala a disfrutar la puesta -o la tortura- por el impacto de la identificación (poder que tiene el teatro de ser espejo de una sociedad, fuerte como el reconocimiento, inmediato y efectivo como ir a terapia). Estamos “frente a la mujer a la que le debo la vida […] horrible […] que me sigue torturando”.

A lo largo de la puesta en escena que se resuelve en un escenario pequeño, enmarcado por un tapete o piso a cuadros, vemos a dos personajes patéticos, uno más que otro, vestidos en blanco y negro. Aunque la madre esté de blanco, se ve un ser negro, paradójicamente oscuro como el fondo del escenario. La iluminación que propone Roberto Paredes, en blanco también, acentúa el contraste entre lo que significa “la madre” y lo que es esta madre. La luz baña a las actrices y permite que sean visibles totalmente cuando hay interacción entre ellas, mas cuando se trata del monólogo interno o un pensamiento, la escena se torna enfática con la luz de cenital o desde arriba apoyada por las calles o laterales del teatro Sergio Magaña.

La relación distante es cercana por el determinismo de infancia, porque no se ha roto el cordón umbilical y por la necesidad afectiva de la hija hacia su madre. El personaje secundario cobra tal simpatía, por la acidez de su encanto, que se lleva la ovación, pero cuidado, el principal es la joven pues es quien tiene la anagnórisis o toma de conciencia, por lo que puede tomar acción y decidir, aunque lo que decide al final sea para afirmar su imposibilidad de ser. Esta obra debe ser vista en familia, tal vez por ello la producción propone la gratuidad de la madres que vayan acompañados por sus hijos, aunque sólo sea uno, quien la quiera llevar al teatro (el o la hija pagan el boleto completo, pero ella, la santa madre, ingresa gratuitamente, es en serio la promoción tanto como que debe verse en familia). Véala y comprenderá la razón, aunque ciertamente no sea su caso o situación, podrá valorar mejor a su acompañante.

El texto ofrece a las actrices matices interpretativos sutiles y con cambios bruscos como “¿Por eso me escupiste? Por eso me escupiste”, una vez pregunta seguido de una afirmación. Aquí hay una interacción fugaz seguida de una toma de conciencia o “le cayó el veinte”, y aunque no repitan esta fórmula de decir el mismo texto en dos significados diferentes, el texto es tan rico en matices que ellas van y vienen en un intercambio voraz, de la comunicación entre ellas a sus recuerdos, a sus conclusiones. La madre, moribunda –según dice- confiesa cosas que parece saber de sobra la hija hasta que le dice “en ese momento supe que llegarías a ser algo grande” y sabemos, por el gesto único de la actriz, que eso es insólito. Personaje al estilo de LEGOM, determinados por la fatalidad y sin posibilidad de cambio, presentan relaciones jodidas (“te has preguntado por qué te va tan de la verga”) no sólo por ser hija de un tamalero y una vieja culera, sino por la violencia naturalizada que los espectadores identifican insana y ríen en acción catártica o liberadora.

“¿Cuántos consejos debe dar una madre para ser amada por sus ingratos hijos?” No lo sé, pero si usted acude a la puesta en escena, podrá saberlo, así como descubrirá la equivalencia entre ser lesbiana y ser vegetariana que radica en: no te puedes embarazar pues “más pecado es que los jodidos se reproduzcan así, a la brava”. Lo cierto es que “nunca confíes en los jodidos” o “me gustabas más”, mejor dicho “me cagabas menos” son frases que bien ameritan un meme que invite a ver esta puesta en escena porque la reconstrucción de la ciudadanía, a partir de la estructura familiar, debe ser un hecho y este montaje lo facilita.

El boletín de prensa dice que: Xalapa Hace Teatro plasma  un amor  “legomeano” en  la anécdota  y, como  idea  fundamental,  la exposición del individuo que se rinde ante el mundo.” Usted debe verla, sin rendirse ante la indecisión de llevar a su madre o a un familiar cercano. Más adelante el mismo boletín comparte que se trata de un homenaje a la madre del autor LEGOM, y que Ángel Luna, director, “afirmó que ‘la línea de dirección recae sobre el trabajo actoral con las intérpretes y profundiza con los personajes en un espacio comprimido, que bien podría ser un consultorio de un quiropráctico como metáfora de la sensación que causa el encuentro doloroso con una madre que truena los huesos del alma, ya que ni en su lecho de muerte puede ser afectuosa, o bien la pequeña habitación en el que La nena espera la muerte, incluso el cuarto del segundo piso del aeropuerto donde son expuestos los pasajeros posiblemente peligrosos. Con trazos sutiles, sostenidos

por una dramaturgia que semeja a dos boxeadores tratando de vencer al otro con base en ironías y sarcasmos que pretenden herir hasta noquear al otro. La   nena  es   un   homenaje   a   esos   familiares   que   amamos   y   con   quien   resulta   imposible comunicarnos”.

Para terminar, agradecer el apoyo de Ángel Luna por las facilidades otorgadas para la realización de la presente nota.

Alma Torices

teatrista

Funciones: jueves y viernes 20hrs., sábados 19hrs., y domingos 18hrs., hasta el 22 de julio de 2018

Teatro: Sergio Magaña, Sor Juana Inés de la Cruz 114, colonia Santa María La Ribera, cerca del Metro San Cosme; entre las avenidas Rivera de San Cosme y Circuito Interior

Localidad: $149°°, 50% de descuento a estudiantes de nivel básico, maestros, personas con discapacidad, trabajadores de gobierno e INAPAM con credencial vigente. Jueves: $90°° con descuento aplicable.

Duración: 60 minutos máximo.

Accesibilidad: El teatro cuenta con rampas y zona para silla de ruedas aunque el acceso a los sanitarios es por escalera hacia el segundo nivel y ahí imposible entra una silla de ruedas por lo estrecho del marco y de cada uno de los dos servicios sanitarios de mujeres; hay para varones también. Si llega en bicicleta la amarra en el poste o la mete al pasillo interior del teatro. A cuadra y media hay cafés o lugares para comer algo si llega con tiempo.

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