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Numancia

Autor: Miguel de Cervantes Saavedra

Director: Juan Carrillo

Versión, taller de verso y musicalización: Ignacio García

Actuación: Elenco de la Compañía Nacional de Teatro,  beneficiarios del Programa Compañía Nacional de Teatro del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes

 

Ya me acordé por qué no saqué nota

 

Hace años vi esta puesta en escena, pero me perdí de mucho, es decir que no la vi completa y por eso no saqué la nota, debo confesar, por eso no tengo registro más allá de la memoria que me asaltó cuando vi las fotografías que circulan en la red. Me parecía irreal haberla visto y no tener mención alguna de ella, pero era indudable que la había visto porque reconocí una de las fotografías, las otras realmente no me decían nada. Acudí al teatro Julio Castillo y confirmé que sí, ciertamente había visto el montaje de un clásico en verso del gran Cervantes Saavedra.

Además de ver completo el montaje esta vez, estuve atenta a la reacción del público. Primero he de decir que llamó mi atención que el teatro apenas logra captar la mayor parte de la primera parte de butacas y eso es lamentable dado que el trabajo que presenta la compañía nacional de teatro es auspiciado por el gobierno, dicho de otro modo, es un teatro que pagamos las y los mexicanos y lo menos que debe ocurrir es que veamos lo que pagamos, ¿pero pagar por lo que ya pagamos?, quizá sea ahí el razonamiento que nos ha alejado de este teatro, quizá.

Lo cierto es que está pagado el trabajo de la compañía nacional de teatro, pero no el teatro en que se presentan ni los técnicos que ahí laboran. En fin, baste decir que si es el teatro que nos representa, debemos buscar el modo de lograr una entrada a cada una de sus funciones (y sin dormirse en la sala, por favor).

La historia de un pueblo que decide matarse antes que ser esclavos de los romanos, previo intento de negociar la paz, someterse sin más peleas ante un enemigo quiere sangre, victoria humillante para el pueblo; es una historia basada en hechos reales que el dramaturgo español tomó y llevó a escena para el conocimiento y deleite de su época y de sus versos ahora. En su momento –se dice- rompió formas estilísticas en las características del verso, pero sigue siendo verso. Tal texto representa un reto digno de una producción con recursos. Acuda a ver la puesta en escena y, si llegare distraerse, lo invitamos a que escuche atento los versos, perciba la música en ellos así como la falta de dominio en una de las actrices que, dicho sea de paso, sin mantener el sonsonete fastidioso, se permite romper el verso al final de sus intervenciones (es como ir en la bicicleta y que se salga la cadena o como caminar y tropezarse, así se oye el verso en la voz de Paulina Treviño).

La escenografía son tres cubos-escalinatas, cada uno consta de tres escaleras que permiten tres niveles y entradas y salidas internas; de una forma crean un muro liso, el muro de la región de Numancia que impide el ingreso de los invasores romanos. Cuando giran vemos que se compone de tres partes, según las acomoden estamos en la plaza, entre las calles, en el otro lado de los romanos. Al inicio es sorprendente la creación de los espacios, pero después de la cuarta vez que ha cambiado la escenografía sabemos perfectamente hacia dónde va hasta que nos sorprende la presencia de fuego en esta comunidad que se libera en la muerte. 

La iluminación hace uso de los recursos del teatro, desde el seguidor que marca la presencia de la alegoría de Numancia (una mujer representa al pueblo, al lugar, a la vida posible por sus habitantes) hasta la colocada entre piernas (telas negras que dividen el escenario y que permiten la “desaparición” de actores de la vista del público, pasando por el uso de fogatas móviles y cirios (eléctricos). Los vestuarios en tonos grises sugieren tiempos pasados sin definir el tiempo ni el espacio. Interesante la propuesta de telas negras remojadas en un líquido también negro representando espadas; al atravesar o herir a alguien, cae un chorro negro por el cuerpo de los actores. Interesante también el manejo de tierra sobre el escenario para indicar la zanja que cavan los romanos a fin de sitiarlos y obligarlos a la derrota. Así, con tierra y espadas de tela, vemos hasta ocho caretillas en escena. Los actores cantan y dicen el verso con más o menos gracias, pero todos mueven la escenografía una y otra vez.

Ahora que escribo esto comprendo que hace años iba cansada y sin afán de disfrutar del verso y menos de una historia de resistencia en donde el pueblo entero termina muerto. Hoy comprendo que fue un lamentable error, aunque comprendo también las causas. El verso es dicho, como ya señalé, como pueden, con o sin gracias. Hay cierta uniformidad que seguramente se adquirió en el taller que recibieron, pero la manera en que un verso dicho fuera de tiempo rompe la sonoridad del texto, puede mermar la atención sin que sepamos la razón. El tiempo y la redundancia entre la escena y la palabra hacen que la puesta se torne pesada y/o cansada. No me justifico, pero comprendo la inasistencia del público que no sabe que, tal vez, deba tomarse un café antes de ingresar a la sala. El texto es respetado casi en su totalidad; digo casi porque la integración de groserías contemporáneas lo confirma.

La gama de colores entre blanco y negro con grises dan ciertamente armonía cromática, pero también dejan monótona la puesta en escena hasta que se presenta la muerte con su traje negro-rojo. Quizá la suma de la reiteración, los colores empleados y la diversidad de formas de interpretar el verso produzcan distancia hacia el espectador. Quizá por eso se salen los espectadores a media función (lo sé porque los acomodadores del teatro encienden sus linternas para que la gente salga sin tropezar entre la oscuridad de la sala).

La puesta en escena cuenta con música en vivo producida por un cantante, él usa su micrófono y un teclado para ambientar toda la obra. Entre ambientes y acentos, la música se torna parte del discurso en escena.

Alma Torices

teatrista

Teatro: Julio castillo, Centro Cultural del Bosque, Paseo de la Reforma y Campo Marte s/n, atrás del Auditorio Nacional, metro Auditorio.

Funciones: Jueves y viernes 20hrs., sábados 19hrs., y domingos 18hrs., hasta el 4 de marzo de 2018

Localidad: $150°° general

Accesibilidad: cerca está el metro y Reforma provee diversas rutas de trasporte público, cerca hay estacionamiento (cuesta $70°° o bien llegar muy temprano –eso quiere decir más de dos horas antes de la función- y pasar primero a ver si alcanza lugar en el estacionamiento. El teatro cuenta con una escalinata salvable con ayuda porque es ancha, dentro de la sala hay rampa. Complicada la entrada a los sanitarios –en el de mujeres es casi imposible en una silla de ruedas, ignoro el de hombres.

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