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El Diccionario

 

Autor: Manuel Calzada

Dirección: Enrique Singer

Diseño de Escenografía: Auda Caraza y Atenea Chávez Viramontes

Actuación: Luisa Huertas, Óscar Narváez, Roberto Soto, Israel Islas y Eduardo Candás

 

Memoria

 

Cuando la representación escénica conjuga historia, creación espacial, oficio, profesión y todas las palabras referidas se soportan con pasión y talento, tenemos el placer de contemplar un hecho estético, que es, a su vez, liberador de los espectadores.

El Diccionario es la puesta en escena que otorga al espectador placer estético. Por una parte cuenta la vida de María Moliner, la mujer española autora del Diccionario de uso del español, cuya labor le lleva quince años de su vida y de la vida de su familia. En la obra podemos escuchar –y leer en el programa de mano- que este diccionario es como un hijo, un hermano, quizá más demandante que los humanos; es la parte medular de la actividad de María, tanto como zurcir calcetines. Por otra parte tenemos el disfrute visual: el escenario con luz tenue nos recibe, listo, abierto. El fondo blanco, parecen ladrillos pintados de blanco. Al iniciar la representación vemos claramente que se trata de tarjetas (once mil, escuché decir al director: “son once mil fichas las que usamos para la escenografía”, aunque no pregunté cuántas en la pared y cuántas sobre el escenario). En el escenario tenemos cuatro espacios, al centro izquierda está el consultorio del médico que atendió a Molliner durante el proceso degenerativo, a la derecha de éste se encuentra el comedor de su casa; en ella –en la casa- vemos alterones de fichas de trabajo, fichas en las que María acomoda cada una de las palabras que investiga a fin de que el diccionario sirva para la gente, que su vida –del diccionario- sea el uso del lenguaje y no las vaguedades a las que somete el diccionario de la lengua española en el que leemos círculos que nos dejan igual de confusos e imprecisos.

Tanto la creación escénica como la historia que cuentan están en armonía con el talento de los creativos: la puesta en escena El Diccionario, de Manuel Calzada, es llevada a la escena por la Compañía Nacional de Teatro bajo la dirección de Enrique Singer. Entre los creativos se halla Auda Caraza y Atenea Chávez Viramontes, ambas en el diseño de escenografía, en la iluminación Víctor Zapatero y en el vestuario Estela Fagoaga. Entre el reparto está Eduardo Candás, Israel Islas, Roberto Soto y Óscar Narváez para las interpretaciones del esposo (Fernando) tanto joven como adulto, al encargado de la depuración, la voz de reportero de televisión y, por supuesto, al doctor. A María la interpreta la sin par Luisa Huertas.

La voz de Luisa Huertas (la profesión con que la usa) y de Óscar Narváez nos llevan a un espacio de intimidad que va de lo déspota a lo íntimo. Vemos crecer a los personajes y vemos nacer la interrelación entre una mujer brillante y un hombre incrédulo del potencial de ella. Estamos en la primera mitad del siglo pasado cuando inicia la puesta en escena, cuando las mujeres menos gozan del privilegio de credibilidad ante una actividad intelectual y menos cuando ésta pretende corregir los errores del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Una mujer sencilla, pero culta y comprometida tanto con su marido como con sus ideales, lo suficientemente inteligente como para tragarse sus creencias y sobrevivir en un gobierno que tortura, intimida y viola la libertad. Una mujer que nos puede hacer sentir empatía por su gran sencillez y convicción ante una cosa: “Todo se reduce a un acto expresivo cuando se encuentra intimidad con la palabra… huele a paz.” Una mujer comprometida con la palabra, con cada una de las palabras sin juzgar a quien las usa de forma inadecuada, como si no importaran o fueran lo mismo. Ahí una escena simpática que recrea al doctor con ella diciéndole términos médicos que no corresponden con la etimología y esa experiencia precisamente la que la hace volver la mirada a la pertinencia de agregar a cada una de sus palabras para el diccionario, la etimología. La etimología es el primer latido de la palabra.

Hay un cambio de decorado que realizan los tramoyos vestidos de época, así se mantiene la magia de la puesta en escena.

“La verdad, sólo es apreciable gracias al lenguaje”, dice Luisa Huertas al representar a María Molliner antes y después de ser torturada, cuando cae en cuenta que ninguna palabra vale lo que vale un hijo. No obstante sigue con la búsqueda de definiciones que expliquen cada palabra, así encuentra que se puede definir o, por decirlo de otro modo, establecer una categoría genérica y señalar un diferenciador en: mujer-persona-hembra. Ella sabe que las palabras cambian, se adaptan a los nuevos usos porque son la estructura esencial de un mundo de conceptos y que estos se construyen en palabras.

Una puesta en escena que recrea momentos íntimos con el uso de la palabra dicha con la entonación precisa: fichas hasta en la bañera que nunca usaron porque era el albergue de las fichas de trabajo, de las palabras en espera de ser publicadas. La vida de una pareja unida, pero marcada por la enfermedad: él ciego y ella desmemoriada.

Sin duda una de las mejores puestas en escena del año llevada por la Compañía Nacional de Teatro en esta reposición (recordemos que se estrenó el año pasado en el Centro Cultural del Bosque). En la puesta tenemos una narración que va de lo realista a la propuesta de romper con la cuarta pared para dialogar con el público, hasta que descubrimos que somos parte de una conferencia, entonces volvemos al realismo; de pronto nos dicen que ya acabó o que continuamos, pero todo es dentro de la misma ficción conmovedora y bella. Termino la nota con una de las definiciones de Molliner y que es dicha en la puesta en escena.

Libertad: facultad para elegir su propia línea de conducta de la que, por tanto, es responsable.

Alma Torices

teatrista

Funciones: martes 19hs., hasta el 4 de julio de 2017

Teatro: El Colegio Nacional, calle Donceles 104, Centro Histórico, esquina con República de Argentina, entre Luis González y Tacuba, a cuatro cuadras del metro Allende y a dos del metro Zócalo, contra esquina de la zona artueológica Templo Mayor

Localidad: Entrada libre, cupo limitado

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