México 68

 

Autor y dirección: David Olguín

Escenografía e iluminación: Gabriel Pascal

Compañía: El Milagrito

 

Actuación: Mauricio Davidson, Mar Aroko, Yenizel Crespo, Manuel Cruz Vivas, Ramiro Galeana Mellín, Valeria Navarro Magallón, Viridiana Tovar Retana e Iván Zambrano Chacón

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El conocimiento es una arma 

 

Una familia mexicana representa bien los usos y costumbres de una época que transita entre la libertad y permanencia de las buenas costumbres que dicta el manual de Carreño al tiempo de servir de espejo ante la metáfora que ofrece la puesta.

México como nación, como familia en torno a una mesa, un padre de familia como el presidente en turno que dicta las órdenes. Una madre como una patria sin identidad, pasmada, distante y presente tanto como perdida. Sin duda, la equivalencia entre la escena y la reconstrucción histórica es digna de atenderse. La puesta resalta los valores de la juventud considerando la diversidad y el respeto a las diferencias en digno homenaje a la semilla que se plantó desde el movimiento estudiantil del 68 en nuestro país.

La interpretación que hacen de los personajes resulta interesante tanto para jóvenes como para adultos que de inmediato reconocen al aludido Ordaz; el actor hace gala de la caracterización a partir del uso máximo de sus recursos corporales para brindar al espectador un personaje real, maravillosamente real en tanto a su creación, así mismo lo hace odioso por su comportamiento como cuando, sin dejar de reír, golpea con la vara. 

La hija que viste de blanco, entre la locura ida y la sobrevivencia esperanzada, sobre la escalera de inicio y a la diestra de la mesa, encarna los parlamentos poéticos. La actriz arranca suspiros y compasión por lo que expresa su personaje, no sólo significado por el blanco, sino por la expresión que se disfruta más durante el segundo momento de la puesta, cuando están sentados a la mesa.

El personaje de Bocaza, con la fuerza interpretativa de Mar Aroko, deja en duda al inicio porque no sabemos de qué va la historia. Sin embargo, una vez establecido el convenio, el público sigue con asombro la muerte del personaje y con añoranza se recibe el momento final en que la transformación ha sido posible. Un homenaje a los valores de la juventud del '68 que hoy pueden leerse en conjunto o a través de los símbolos como la boina, lo que cubre el cabello y el arma. Esta última es presentada, pero con la mirada actual se saca de escena porque "en esta historia no hay armas", por favor. Entonces el público que ha seguido atento, fiel testigo de un pasado que no acaba, se muestra más solidario ante las escenas del encantador Mauricio Davidson. Él nos enternece y nos indigna, nos contagia de la embriaguez que se requiere para sobrevivir a la destrucción de la belleza, de la energía vital de una nación, del amor. 

Asista a esta puesta en escena en su segunda temporada en el teatro El Milagro y sea parte de una creación comprometida como todas las que realiza el genio creativo y ágil de David Olguín. La puesta en escena de la fuerza de juventud

Los tres momentos en que la escena se presenta se expresan en el escenario parcelado en tres zonas. En momentos el espacio es uno solo, de menor dimensión y en momentos crece hasta expandirse a lo largo del foro. Desde cualquier lugar en que se ubique, la puesta en escena se aprecia dignamente, aunque ciertamente se genera una mayor relación con el sobreviviente a la masacre si usted se ubica al fondo o contraparte del área de acceso, mientras que si se queda cerca de la entrada, tendrá la mirada desde dentro de la represión. Asista y colóquese donde guste, para ello debe llegar con tiempo o mejor aún, conseguir sus entradas en línea a través del servicio de Boletópolis para que se asegure de entrar y disfrutar. Si la adquiere directamente accede al descuento con credencial o bien a las promociones por ser vecino de la colonia Juárez.

La puesta en escena lo deja satisfecho por la experiencia estética tanto como por la mirada crítica a la familia mexicana desde dentro, desde la casa, desde el poder, desde la nación.

Los jóvenes, la familia y el guerrillero se presentan como símbolos de paradigmas expuestos desde la mirada crítica de los creadores. El blanco, el negro y el gris, colorean la escena con el realce de un rojo electrificado que separa la libertad de la opresión. Personajes como el libertador, el guerrillero, el tartamudo, la loca, el intelectual, Prometeo y Atlas, se enfrentan al orden establecido armados con el conocimiento, porque el conocimiento es una arma que se devora cual alimento único, aunque no se pueda hacer digestión, aunque no se pueda ni tragar ante la misma situación.

Autores que marcaron a una generación, autores que usted conoce y reconocerá cuando sea parte de tan necesaria puesta en escena.