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En la tierra de los corderos

Autor: Alexis Casas Eleno

Director: Enrique Aguilar

Actuación: Angélica Hernández, Blanca Luna, Pedro Faritt y Giovanni Santzález

¿Venganza es justicia?

En la tierra de los corderos tenemos una generación que pasa del mundo real al mundo de la ficción sin retorno a la realidad. Aquí se mata por venganza disfrazada de justicia: jóvenes preparatorianos que secuestran como si fuera un juego y matan porque así, solo así ejercen la justicia que -creen- merecen. El bullying o violencia entre pares escolares ha pasado de ser un momento de reconocimiento, una prueba de crecimiento y aceptación para convertirse en una estadística de muertes sin más razón que el odio. Las diferencias ignoradas producen la intolerancia; los contextos favorables a la soledad, el abandono y el auto desprecio son el marco ideal para que el crimen se expanda en la sociedad.

 

“De pronto la oscuridad negra y pesada me dejó confuso”, dice uno de los tres jóvenes que visten uniforme de diario, dos de los tres y la tercera viste el deportivo. “No me lo esperé y no hice nada, solo me quedé viendo”, en la sala de espectadores se escucha la creación musical de Horacio Arenas (quien también ha creado el espacio ficticio), música que acompaña toda la representación y que es de lo mejor en esta puesta por el manejo del suspenso que se logra. La situación va de un tiempo presente a cómo fue planeada y cuáles fueron las razones –si es que las son- que llevan a los jóvenes a considerar la opción de venganza como medio para resolver su autoestima. Nada fácil el tema que, además, es tristemente real: jóvenes matándose entre sí ¿acaso para que no lo haga su gobierno?

Los personajes interpretados por jóvenes de la Compañía Universitaria de Teatro de la UAEMex, dan vida a las interrelaciones que propician la falta de elementos para reflexionar y decidir. Ellos saben que “un secuestro no te hace buena persona” como saben que recibir una cachetada en medio del centro escolar a nivel medio superior –a cualquier nivel y de cualquier modo, se puede decir- es solo eso, una cachetada y ya, no más. Desde la dramaturgia de Alexis Casas Eleno se afirma que los videojuegos así como los juegos corporales que implican armas son entrenamientos para sobrevivir más que para matar ya que “son habilidades mentales” las que se desarrollan. Con lo anterior se puede inferir que la puesta es provocadora y que, si usted acude con jóvenes de tales edades, podrá dialogar con ellos a partir de lo que se propone.

Los espacios por los que transitan los personajes van del interior de la escuela a la casa de alguno de ello y de ahí a la calle para ir a dónde tiene secuestrado al alumno que los ha agredido desde hace tiempo. El encierro se resalta con la iluminación  que propone Édgar Mora y que el público percibe sin mayor problema. La luz amarillenta que pende al centro del escenario es siempre para el cuarto húmedo donde está encerrado un compañero de la escuela, el mismo que quiso ser secuestrado porque de otro modo no se habría ganado la antipatía del grupo entero, dicen también los jóvenes y los recursos de iluminación y música soportan ese sentir y logran atrapar al espectador.

Interesante que se externe el odio de esta generación hacia la familia y a vivir con miedo, situación que les produce más odio aún. Saben que justicia no es venganza, no obstante se asumen como corderos y ahí, en su tierra, la venganza se torna justicia. Así que se aprecia un complejo juego de palabras en que los valores se trastocan. Venganza nunca será justicia, sino eso, venganza. Hacia el final la lluvia con la luz tenue refuerzan el miedo del espectador ante la situación del secuestrado. “Quiero ser cordero” y “la vida duele mucho ahorita” son parlamentos con los que se inserta la intriga y los espectadores ahogan los gritos que tampoco daría en tal situación. “¿Lo vamos a dejar vivo?”, “no confundas ser educada con ser agachona” y “es tiempo de dejar de ser pendejo, somos adolescentes”; no obstante el tiempo no se detiene y esta generación toma decisiones irreversibles pues su conciencia apenas aparece cuando han cometido los hechos y no antes. Las actrices y el actor dejan al espectador en franco estado de perplejidad cuando afirman que “todos queremos matar” en este juego que es por poder, es un juego en el que se juega a ver quien gana, pero ¿qué ganan y qué pierden?

El texto es una maravilla que está a su alcance, editado por Paso de Gato; se puede adquirir después de la función por $40°°, así que acuda preparado ya que seguramente querra tal dramaturgia. Para finalizar, agradecemos el apoyo de Enrique Aguilar y Enrique Saavedra por las facilidades otorgadas para realizar la nota.

Alma Torices

teatrista

 

Funciones: sábados 19hrs., hasta el 26 de mayo de 2018

Teatro: La Capilla, calle Madrid 13, casi esquina con Centenario, a una cuadra de Churubusco, metro Coyoacán, Colonia Del Carmen Coyoacán, CP 04100.

Capacidad del teatro: 92 butacas  por función

Localidad: $200°° general en taquilla o por RedTicket

Duración: 75 minutos

Accesibilidad: avenidas Río Churubusco, Coyoacán, Centenario y Cuauhtémoc con transporte público y la posibilidad de amarrar su bicicleta dentro del patio del teatro; dentro del foro, la planta alta es inaccesible en muletas o silla de ruedas, la planta baja cuenta con escalones que se pueden bajar con un poco que ayuda en caso de llevar silla de ruedas; el acceso a los sanitarios en este caso (silla de ruedas) se hace complicado, sea el primero por lo estrecho del pasillo, por lo que se recomienda acudir al sanitario de la cafetería con ayuda para librar el par de escalones.

Adicional: El teatro cuenta con servicio de cafetería y se permite el acceso con bebidas únicamente (no se ingresan alimentos) cuya loza usted devuelve al salir (es decir que no la deja dentro del patio de butacas). Por otro lado, le sugerimos que lleve su termo o taza y busque el descuento en el café así como la disminución de basura.

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