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El callejón del triunfo

Autor y director: Luis Francisco Arroyo

Actuación: Maruza Cinta

Lo que tienes dentro

Interesante el protocolo que lleva a cabo la dirección de la casa Tabasco donde se presentó esta función en entrada libre. Entre los asistentes se hallaba el representante del gobierno del referido estado en la CDMX, Miguel Antonio Fuentes Gutiérrez, algunos actores, reporteros y amistades. Al término de la función dedicó unas palabras al hecho, en ellas refirió una anécdota relacionada con el extravío momentáneo de su hija -niña- que resultó estar en compañía de un indigente y concluyó que "también tiene corazón esa gente". 

La trama de esta puesta en escena monologada podría ser una indigente que mira y se explica ante un auditorio. Hablar de las nulas condiciones teatrales para presentar un trabajo con efectos sonoros o iluminación sería necear; sólo decir que todo espacio que se abre para el hecho escénico es una posibilidad para desenmascarar a quienes se sientan mínimamente formados  ya que pone a prueba la creatividad y el dominio de materiales para solucionar los accidentes que se presenten como el manejo de la voz, que sin duda, una actriz sabría manejar.

Con tres intervenciones sonoras (una entrada anodina, el sonido del metro y "Aire" de Bach hacia el final, preciso en la muerte de l niño) y la escasa iluminación del espacio, se mostró un personaje femenino que es testigo de lo que ocurre en la calle. Ella vive ahí, en El callejón del triunfo, es un indigente más en una ciudad que televisa a sus testigos incómodos, al escuadrón de la muerte. 

A partir de la propuesta dramática de Luis Arroyo, el personaje narra qué hace en la calle, cómo sobrevive y se mezcla entre su narración; el monólogo se hace a voces que se van tomando sea con el cuerpo, sea con la voz o con elementos como una gorra o un muñeco de tela. Recrea lo que narra y narra lo que ocurre con intervalos de un presente que se dirige francamente al espectador: "no se tocan el corazón, ven a alguien llorar y se alejan", "me ofrecieron prostituirme a la fuerza", "los come-solos no se llenan" y "hay gente que hasta se masturba". Voces que se toman y que, tal vez por la "edición especial" (así lo anunciaron antes de la función) se pierden y dificultan la secuencia dramática, aunque se conserve la intención de resaltar el valor de las personas cuando se miran a los ojos, cuando se ayudan, cuando se aman, porque amar es compartir lo que tienes dentro.

Por una parte habla de ella y su razón para estar en la calle, responsabilidades sociales sin lugar a dudas y por otra parte devuelve una mirada a los citadinos y sus estilos de vida deshumanizados aunque sin olor a orines; la pregunta es la misma para unos y otros: ¿Tú sabes lo que es estar solo? ¿Tú sabes lo que es necesitar un abrazo y que te lo nieguen?

Un recorrido por la cotidianeidad que se mantiene en las calles porque sale a ellas como consecuencia de una compleja gama de ausencias en las que se debe reflexionar y el teatro es una forma de sensibilizar a los muchos "otros" que enmarcamos la vida diaria de las calles.

Por último agradecer a la producción de Lilia Marín por las facilidades otorgadas para la presente nota y más por el grato recibimiento

Alma Torices

teatrista

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