¿Cuándo te robaron la infancia?

 

Un texto dinámico que requiere la fuerza y equilibrio expresivo del actor que lo interpreta: Luis Arrieta. La puesta en escena dirigida por Adrián Vázquez se aleja de formas establecidas; hay chistes que no causan risa; hay ternura, pero no conmueve; hay interacción interrumpida justo cuando se va a intervenir; hay un final que cae sin que resuenen los aplausos.

Asista, sea parte y entenderá por qué el merecido reconocimiento de la sala no resuena sin que ello indique la desvalorización de la audiencia. Esta nota se suma a la grata experiencia que el montaje produce en el espectador.

"Deberíamos de definir un par de términos para empezar", escucha usted en la sala de La Teatrería, en la propuesta dramática de Will Eno, quien le regala la confrontación existencial sobre la escena. Su personaje, basado en "nada" discurre entre el significado del término miedo, se apoya en un diccionario que también tiene la vida de las personas importantes que deben ser conocidas, afirma Tom.

Tom, el pobre Tom, que no sabe qué ni por qué; quiere contar una historia que no termina de contar, se evade con otra historia, inicia otra más que termina vinculando a la primera. Entre eso hay rifas, chistes e interacción con los espectadores que se disputan por participar.

Además del diccionario, hay vasos con agua a lo largo del escenario -como se puede apreciar en las fotografías. El bebe y comparte un trago con el público. Pregunta "¿cuándo te robaron la infancia?" igual que va y viene en su experiencia de vida; una vida devastada por la vorágine actual. Relaciones sin fundamento, privacidad pública, mentiras que son verdades y que, a fin de cuentas, no están mal. ¿Qué hay de malo en no saber, no tener, no ser feliz? Reconocemos un modelo económico de doble moral, una vida infeliz y sola que no merece ese trato, como muchos de los espectadores. Una obra dialógica, expositiva y fuerte.

La puesta confronta por vigente, por real y porque nos  vemos representados como personas contradictorias en busca de algo... aunque no sepamos qué. Debe ir y confrontar esta forma de vida propia del siglo XXI: desesperanza y desamor cotidiano.

Sin par interpretación de Luis Arrieta que se acompaña de Ricardo Estrada y que, con él, sale del escenario dejando al espectador en la más cotidiana soledad acompañada.