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Todos eran mis hijos

Autor: Arthur Miller

Dirección: Diego del Río

Actuación: Arcelia Ramírez, Pepe Del Río, Ana Guzmán, Gonzalo de Esesarte, Fabiola Villalpando, Nicolás Pinto, Angélica Bauter, Evan Regueira y Eugenio Rubio.

Producción: Marla Almaraz

Buenas personas

Afuera hay gente…”, afuera de la escena, delimitando, hay gente que atenta sigue la delicada relación de esta familia y sus vecinos. Un pueblo se mantiene por la relación entre sus habitantes, una nación se integra de pueblos y ésta se compone de personas que se vinculan generalmente por un lazo afectivo. “Todos eran mis hijos” del legendario Miller sigue hoy vigente porque el texto en sí es una delicia ética que confronta a las sociedades de doble moral como la actual. La puesta en escena nos hace partícipes sin truco alguno.

 

De inicio los actores están en el escenario, van interrelacionando, se colocan para pedirle al público que apague (no modo avión, sino que apague) su celular y que, por favor, respete los silencios de las escenas. [¿Se tiene que pedir?, ingenua me lo pregunté. Estaba en la función para prensa, amigos y familiares, ¿habría alguien que no supiera que habrá silencios vitales?]

 

El escenario, delimitado por el público aunque con la distribución frontal (italiana) común, es cercana al espectador (apenas cien localidades). Sonidos ambientales nos dan la bienvenida a un día, una mañana tranquila con aves que se van difuminando con la sutileza de la iluminación, grillos tímidos que anuncian la caída del día y la oscuridad apenas interrumpida por la vela que queda de pie hasta el final. La iluminación, la ambientación, la escenografía, la utilería y el vestuario acompañan el tránsito del texto magistralmente interpretado por actrices y actores. No hay engaño sino una ficción profesional. La dirección acorde al público de hoy, sin traer el texto a la cotidianeidad ni recrear arqueológicamente nada, deja en claro el respeto que tiene por el teatro. ¡Eso es oficio! Sin duda alguna, una puesta imperdible que vale más de lo que cuesta.

 

Sencilla, ágil y precisa, así es “Todos eran mis hijos” en la versión de Diego del Río quien se arriesga hoy a un texto difícil sobre todo para generaciones inmediatistas. La puesta dura casi tres horas que no se sienten más allá de los incómodos percances que pudiere haber ante un espectador poco sensible a este realismo íntimo y roque o bien las pláticas propias de quien no distingue la imagen de una pantalla a diferencia de la experiencia escénica. Por eso es que vale más acudir a ver esta gran puesta en escena que, además, le mostrará lo que es el teatro bien hecho que recae en el trabajo creativo y deja lucir, en todo su esplendor, al equipo actoral inmejorable.

 

Antes de escribir pensé que sería bueno decirle a la producción lo conveniente de medir el tamaño de la vela para que esta se acabara con la función, luego consideré que es un detalle ínfimo, pasable, que no estorba ni distrae así que puede pasar. Además consideré la pertinencia de señalar que hacia el final también, el actor que interpreta al hijo, por momentos se pasa, se sale del matiz general con ligeros “gritos”. Salvo estos dos detalles que de modo alguno demeritan el trabajo, la puesta en escena no tiene comparación alguna con lo que ha visto de teatro realista en el siglo XXI. Es una corta temporada que con su apoyo podría lograr otros espacios, así que asista acompañado sea de familiares, amigos, alguien de confianza o “buenas personas”. ¿Quién es una “buena persona”? La respuesta la tendrá al salir de la función.

 

Verá detalles como la rama de un árbol que la tormenta tira, símbolo de la catástrofe que se avecina, detalles como una sonrisa o el llanto fuera de la escena que sin duda le mueven dentro de usted. Incontables los detalles que se han cuidado para que usted vea lo mejor de la escena. Reflexión indispensable para este mundo de doble moral; las juventudes no forzosamente están de acuerdo en las convicciones de sus ancestros. No es un choque generacional sino la invitación a ser mejor persona pues, ciertamente, el hijo de cualquiera puede ser el propio.

 

Por último, agradecer el invaluable apoyo de Gaddi Miranda así como al equipo del Centro Cultural Helénico por las facilidades otorgadas para la presente nota.

¡Veamos teatro para ser libres!

Funciones: lunes y martes a las 20hrs. Hasta el 19 de septiembre de 2023

Teatro: Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico, ubicado en av. Revolución 1500, Metro Barranca del Muerto. Mb Altavista.

Localidad: $360°° Las entradas se pueden adquirir en la taquilla, o en la página: helenico.gob.mx y mexicoescultura.com.

Duración: 180 minutos

Accesibilidad: puede llegar en bicicleta y aparcarla dentro del complejo cultural que ya cuenta con un "Péndulo" cuya cafetería atiende bien, pero lento, así que tome sus precauciones en caso de ir con el tiempo justo. Si quiere café y trato digno, "EL Globo" de enfrente cuanta con servicio y amable trato.

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